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sábado, 15 de febrero de 2014

No hay que ser un lince...

Un grupo de alumnos escriben en veinte minutos una pequeña redacción que se titula "No hay que ser un lince..." y que empieza así:
Esta mañana al abrir la puerta, miré y estaba allí...

Estas son sus historias:

Esta mañana al abrir la puerta miré y estaba allí un pequeño lince. De repente lo vi irse de casa probablemente asustado. Al día siguiente lo volví a ver pero esta vez no se marchó. Cuando me quise dar cuenta estaba trepando por mi fachada, por supuesto se coló en mi habitación. Me dio envidia el lince por lo que fui a intentarlo y como me caí, seguí intentándolo y me seguí cayendo hasta que me partí el brazo por tonto baba. Después de mi recuperación, en la cual estuvo el lince presente en todo momento, volví a intentarlo hasta que ya dije: "esto es un sin dios". Más que por otra cosa, por la cara de pena del lince, lo intenté una última vez y lo conseguí y me di cuenta de que no había que ser un lince para conseguirlo.

JAVIER BOVIS
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Esta mañana, al abrir la puerta, miré y estaba ahí, mi perro esperando que le diese de desayunar, y como no quedaba casi nada de comida para él, no le eche ni medio tazón, cuando normalmente se lo llenaba hasta arriba.
Le saqué a pasear, le dejé en casa y me fui al trabajo rápidamente, dejando la puerta de la cocina abierta. En el trabajo hice la jornada que tenía hoy, y al acabar me fui al supermercado para hacer la compra y comer. Al ir de vuelta a casa, me acordé de que me había dejado la puerta abierta de la cocina, y me esperaba lo peor.
Al llegar vi la comida tirada por toda la casa.

ALEJANDRO OREÑA
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